martes, 5 de marzo de 2019

Una bola de fuego sobre el norte peninsular


Cuando aún seguimos pendientes de los últimos datos sobre los meteoros que cayeron en Cogollos de Guadix hace pocas fechas, un suceso similar tuvo lugar en el norte peninsular tan solo dos días después.

Un bólido fue avistado en la noche del martes 12 de febrero sobre el cielo del norte de León y en distintos puntos de Asturias, Galicia y Cantabria. «Una bola de fuego con una cola verde. Espectacular, increíble”, en palabras de los numerosos testigos que en las redes sociales quisieron dejar testimonio del fenómeno. Eran las 20.49 horas del martes.

Imagen del bólido captada por un conductor en Santander desde su vehículo.

La presencia del veloz bólido apenas duró tres segundos, con una trayectoria noreste desde Compostela, a través del mar Cantábrico, y con punto final  alrededor de 150 kilómetros de la costa del Principado, según atestiguó el director del Observatorio Astronómico Ramón María Aller de la Universidade de Santiago (USC), José Ángel Docobo, tras analizar los testimonios recibidos desde los puntos donde el fenómeno luminoso fue avistado.

Docobo, ha precisado que "lo más probable" es que haya sido "una piedra cósmica que entró en la atmósfera". Tras descartar el Observatorio de que pudiera tratarse de un cohete o un satélite artificial, indicaron que era un bólido, «un tipo de fenómeno que no es raro, pero obviamente no ocurre todos los días».

Es cierto que no se producen todos los días, aunque la Red  de Investigación sobre Bólidos y Meteoros ha recogido bastantes casos ocurridos durante las últimas semanas sobre nuestros cielos. Así, se han registrado -en lo que llevamos de año- una decena de sucesos de parecido carácter en distintos lugares de la Península que pueden ser consultados en su web.

Según la esta institución, se denomina bólido o bola de fuego a las estrellas fugaces más luminosas, aquellas que igualan o superan el planeta Venus (magnitud de brillo -4 o inferior). Estos fenómenos son producidos cuando una roca de origen interplanetario penetra en la atmósfera terrestre a velocidades comprendidas entre 11 y 73 km/s. Suelen ser rocas desprendidas de asteroides, cometas o, más raramente, de la Luna o Marte



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